La carretera Ánimas-Nuquí, una frustración más para el Chocó.

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Por: Alejo Restrepo Mosquera

Es bastante preocupante para el departamento del Chocó y sus habitantes que en el pasado  luego de haberse logrado que el Gobierno Nacional -mediante el mecanismo de la protesta ciudadana- nos asignara una partida presupuestal para la construcción de la carretera al mar y de haberse firmado un contrato con la firma constructora Conciviles-Sesac, el  gobierno del pasado presidente Juan Manuel Santos haya tomado la decisión de cancelar el contrato para dicha obra tan fundamental para el futuro desarrollo del Chocó y que nuestras flamantes autoridades competentes en el asunto y los municipios beneficiados no se hayan pronunciado por la execrable  decisión y que no se haya vuelto a hablar más sobre la construcción de la tan anhelada carretera al mar.

¿Hasta cuándo el Chocó va a seguir dejándose burlar por los burócratas capitalinos al servicio del Estado colombiano? Con la aludida determinación de la pasada  administración Santos y del Ministerio de Transporte, el Gobierno Nacional nos demuestra su total falta de voluntad política cuando se trata de obras redentoras para el desarrollo del Chocó, configurándose así lo que se llama una típica discriminación de tipo territorial e incluso se podía presumir de racial  en contra de esta región de la patria.                 


Se requiere que el actual comité pro paro cívico del Chocó vuelva y se reactive y se pronuncie de fondo para que esta nueva burla en contra del departamento del Chocó no se siga  cristalizando en la administración del presidente Ivan  Duque y se exploren las soluciones para reanudar dicho contrato y que no sólo sean estudios . De no ser así, se debe acudir de nuevo a la consabida protesta ciudadana, la cual ha sido en los últimos años la tabla de salvación del Chocó, debido en parte a la total ineficiencia de nuestra clase dirigente y parlamentaria, a la que le ha faltado peso específico para defender los claros intereses de este pedazo de patria, al excesivo aguante y conformismo de los chocoanos. La ciudadanía de este departamento debería solicitarles a sus voceros en el Congreso que se le realice un debate serio y con altura al  nuevo Ministro de Transporte.


La vía al mar desde hace muchísimas décadas, siempre ha sido una gran ilusión de  varias generaciones de chocoanos que fallecieron sin ver este sueño cumplido; hoy de nuevo nos vemos sujetos a repetir la misma historia de nuestros soñadores antepasados: no ver idealizada esta esperanza de llegar al mar de Balboa por vía terrestre. Todo se ha debido a los obstáculos de los últimos gobiernos de turno que han regido los destinos de Colombia, que nunca han tenido una verdadera voluntad política con este departamento. De igual manera, por sus intereses mezquinos de favorecer a otras regiones de Colombia, y secularmente se nos ha privado de tener una carretera al mar, el puerto de Tribuga, el  canal Atrato-Truandó. Obras estas gracias a las que, de estar construidas, hoy, sin lugar a dudas, seríamos una gran potencia en América; por tal razón, debemos seguir defendiendo nuestra territorialidad, ya que la verdadera y mejor esquina de América, indefectiblemente, es el Chocó.


Ante el nuevo atropello confabulado por parte del gobierno central en contra de los preclaros intereses de este departamento, hay que decirle a la otra Colombia  como decía nuestro fallecido escritor y antropólogo Rogelio Velásquez Murillo, que estamos en pie de lucha para defender esta magna obra redentora del Chocó; por lo tanto, los comerciantes de Nuquí, hoteleros, pescadores, artesanos, sociedad civil, comité pro paro cívico del Chocó, estudiantes universitarios y todos los ciudadanos del departamento en general, deberíamos  iniciar de nuevo la defensa de la construcción de la vía al mar. Si hoy no rechazamos esta ancestral  condena del gobierno central, nos veremos abocados a callar para siempre y nunca veremos dicha obra hecha realidad. El pueblo tiene la palabra, hay que recordarle a Colombia que el Chocó de hoy es la Panamá del siglo pasado y que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.

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