Por Yesid Francisco Perea Mosquera
Hace 15 días, mientras me dirigía a mi lugar de trabajo, escuchaba las noticias en Caracol Radio y entre tantas de ellas, llegaron al tema de una niña del departamento de Antioquia, a quien dejaron por fuera del colegio porque no llevaba puestos unos tenis blancos exigidos por el manual de convivencia del colegio. No valió la presencia del padre de la menor y sus reclamos, ni mucho menos el llanto de ella, quien pedía la dejaran ingresar ya que sus padres aun no tenían los recursos para comprarle los mencionados tenis.
Ante la intransigencia de las directivas del plantel educativo, no hubo otra alternativa que dejar por fuera a la menor, mientras los papás conseguían para los tenis. El manual de convivencia, si bien es un documento concertado seguramente con los padres de familia, no puede convertirse en una herramienta con capacidad suficiente como para colocar en riesgo la permanencia de los niños en los colegios, ni tampoco en la razón para colocarlos en peligro, pues un menor que ha sido enviado al colegio sin la compañía de un mayor, puede tomar otro rumbo si no se lo deja ingresar al colegio o ser víctima fácil de los criminales que no faltan en los alrededores de las instituciones educativas; estoy de acuerdo con el establecimiento de reglas claras desde los inicios del año escolar, las cuales deben ser concertadas con los padres de familia o acudientes, pues la responsabilidad de los papás, así como la de los alumnos, no debe ser materia de juegos y posturas unilaterales, pero el diálogo y los compromisos asumidos, no pueden ser patente de corso para colocar, potencialmente, en riesgo al alumno, sea hombre o mujer.
Hoy, con el desempleo galopando en el país, el aumento desproporcionado de la canasta familiar y laborar en instituciones donde no les pagan a los trabajadores oportunamente, no es descabellado pensar en la situación de los padres de la menor; es decir, a cualquier padre de familia le puede ocurrir que, alguna de estas circunstancias, les obliguen a incumplir con las exigencias del manual de convivencia o con el uniforme completo del colegio, incluido los tenis o zapatos semanales. Y esa circunstancia que, normalmente es de carácter temporal, no puede ser razón válida para no dejar ingresar al menor a la escuela o al colegio; mírese que la situación de la menor y los tenis, desembocó en que la niña no quiso seguir estudiando en esa institución, con lo cual le corresponderá conseguir otros amigos, adaptarse al nuevo colegio, al pensum académico, en fin, y todas esas cosas nuevas que le esperan en la institución a donde llegue, por unos tenis que no le habían podido conseguir por falta de recursos económicos.
Esta reflexión, en la seguridad de que a muchos padres de familia les habrá tocado pasar por asuntos como éste y para que los directivos de los colegios no sean tan intransigentes con las normas de convivencia, y para cuando se vean en una situación similar, se coloquen por un instante en los tenis de los padres de familia con dificultades económicas. Dice la Biblia en 1Timoteo1:7 “queriendo ser maestros de la ley, aunque no entienden lo que dicen ni las cosas acerca de las cuales hacen declaraciones categóricas”