LAS HERIDAS AMBIENTALES DEL CHOCÓ SON SU PROPIO TESTIMONIO.

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Por
Yesid Francisco Perea Mosquera:
A propósito de la inauguración de la COP16 en Cali, capital del departamento del Valle del Cauca, uno de los cuatro que componen el andén pacífico colombiano, tuve la oportunidad de escribir una columna días después de quedar dilucidada la capital del Valle como responsable del evento más importante del mundo en materia de biodiversidad, pues Bogotá estuvo en la puja por quedarse con tan importante evento; creo que se impuso la inteligencia divina del universo, porque el pacífico era la región indicada para la realización de tan magno evento. Y el universo está trabajando, al punto de dejar por fuera de la FM de RCN a quien fuera su director por algo más de 7 años, una persona cuya ignorancia en estos temas ambientales lo sacó de ese grupo económico, pues osó burlarse de la COP16, lo que le valió quedarse sin empleo.


Pero quiero regresar a lo importante y es la puesta en marcha de la Conferencia de los Pueblos en Cali y la participación del Chocó en ese gran evento ambiental. Digo en el título de esta columna que las heridas ambientales de nuestro departamento son su propio testimonio y así lo considero, por la deforestación de nuestra selva, por los desvíos de nuestros ríos con sus consecuencias que se notarán, y ya ocurre, más temprano que tarde, por la contaminación de nuestras aguas con el mortal mercurio, por las inundaciones recurrentes que azotan a nuestros pueblos ribereños, por las sedimentaciones y por la minería mecanizada que destroza nuestros suelos por la irresponsabilidad de quienes tienen las herramientas para regular esa actividad, para corregir sus errores, más allá de la de los propios mineros. Estas realidades gritan solas cuando recorremos el departamento o cuando estamos llegando o saliendo por vía aérea de cualquiera de nuestros aeropuertos; de igual manera se escuchan esos gritos de nuestro territorio al recorrer nuestros ríos y quebradas, corrientes contaminadas, como ya quedó dicho, pero desde donde nuestros campesinos y comunidades étnicas se siguen surtiendo para beber, cocinar, lavar, asearse, en fin, para “nutrirse” de estas aguas; la pregunta es quién escucha esos gritos de nuestra región..?.
Esta es una magnífica oportunidad para que esos desgarradores gritos de auxilio ambiental sean escuchados por la comunidad mundial; solo se requiere saberlos explicar, llevarlos al seno de la COP16 de manera clara, más allá del propio testimonio mencionado al comienzo de este escrito. Permita Dios y la inteligencia del universo, que el propio laberinto jurídico que tienen algunos de los participantes en representación del Chocó, no les nuble el entendimiento y sepan coadyuvar con la demostración que ofrece la situación que arrastra el departamento desde hace varios lustros, visibles desde la tierra, el agua y el aire. Las consecuencias por este caos ambiental lo padecen nuestros niños que han nacido con deformaciones físicas, las aves que ya no encuentran dónde anidar, la tierra hueca y contaminada y una desolación terrible donde antes hubo vida y alegrías, y claro, el destierro le sigue a la falta de oportunidades en aquel lugar donde el desterrado siempre encontró lo requerido para vivir. Y luego nos preguntamos las razones de la violencia.

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